Editorial Número 4. Vecinos.

Definir la vecindad sería fácil si no existiesen márgenes o límites que indicasen donde empieza y termina algo, pero la propiedad es un hecho social y como tal establece normas de uso. Tiene además varias esferas: empieza uno siendo vecino de la casa de al lado y termina  definiendo a los países de al lado, cual conquistador extremeño.

Las inestables marguines, por ejemplo, son una consecuencia de la vecindad, amén de perenne tema de discusión. Cualquier agricultor, incluso los más despistados, saben que lo que en su caso es templanza, ecuanimidad y rigor geométrico al pasar el apero se torna en irreverencia, apropiacionismo y desdén al arrimar en el caso del vecino. Basta con cambiar de lado de la marguin para comprobar que se mantiene ese cuestionamiento. Reciprocidad, se llama. Pero no todo son malos vecinos, faltaría más, los hay muy malos. E incluso buenos.

Quizá sea solo eso, una cuestión de roce. O de exceso de roce en este caso, como el matrimonio. Cuando a Brassens le preguntaron por la longevidad de su relación respondió: nos vemos muy poco. Tal vez también la buena vecindad  solo consista en eso.

Hemos invitado a vecinos de este lugar a participar en este humilde, pero honrado (adjetivos que siempre van juntos) medio de comunicación. De esta propuesta han surgido algunas colaboraciones, pero faltan pueblos ribereños por participar. Albalate, con tres colaboraciones, ha demostrado creer en algo tan aparentemente insignificante como esta revista. Gracias.

EDITORIAL Número 3. Confinamiento: estamos que no(s) salimos.

Como usted habrá detectado, la única revista con más redactores que lectores (hay siete y tenemos ya localizados a seis) ha salido durante este confinamiento de su habitual letargo para inundar la red de brillantérrimos artículos que modificarán, por sí solos, el natural devenir de este lugar y, con un poco de suerte, también de los pueblos vecinos. Aquí tenemos muy claro, y no como esas cabeceras vendidas al capital empeñadas en disimular su verdadera intención, que a quién nos debemos de manera indubitada, sin ningún tipo de concesión y con la fe ciega que da la posesión de la verdad es a nuestros accionistas. Usted, sufrido lector, es solo en realidad el eficaz trampolín, la imprescindible falca, el preciso estribo que nos permitirá, tal vez en un futuro no muy lejano, adquirir por fin esa casa con piscina circular que nos permita dilucidar esa pregunta que nos lleva tanto tiempo atormentando: ¿sueña el proletariado con piscinas elípticas? Pero, no por ello, podemos alejarnos de esos temas cultos a la par que amenos, repugnantes a la vez que hipnóticos y atractivamente banales que lo abocinan, intelectualmente, a la más estricta filosofía ontológica. Temas, por otra parte, que le ofrecen lectura e impiden su natural propensión a obstaculizar toda mejora, a la dilapidación lastimosa del tiempo, a la molicie, a la haraganería, a la dejadez, al desorden y el aflojamiento de mil pasiones. Y más en estos días de confinamiento en lo que más ha aumentado es la fidelidad conyugal, que no digital. Que os estamos viendo…

Toda esta perorata tiene truco, obviamente, y es ahora cuando estará esperando una de esas propuestas virales, con perdón, en las que, merced a la natural empatía de los internautas, se propone llegar a miles de lectores, cantar al unísono pretéritos éxitos o escolarizar a votantes de partidos de tres letras. Pues no. Es verdadero respeto el que tenemos aquí por algunas cosas y no estamos para hacerle perder el tiempo, que tiene el guasap hasta arriba. Por nuestra parte, seguiremos caminando con paso firme hacia el desastre final.

EDITORIAL Número 2. La Retirada: 80 años de olvido

En julio de 1936 un golpe de estado fracasado ocasionó una guerra civil entre los partidarios del orden democrático y los sublevados. Tras casi tres años de guerra el bando golpista, con la determinante ayuda de los gobiernos fascistas de Italia y Alemania, da por concluida la contienda en abril del 39 con la toma de Madrid y del levante mediterránero, último enclave republicano. Desde principios de año, con la caída de Cataluña, más de 400000 españoles huyeron del país por motivos políticos, ideológicos o por temor a las represalias. Francia fue el destino mayoritario, pero hubo otros países que formaron parte del exilio republicano: México, Argentina, el norte de África, la Unión Soviética o los Estados Unidos de América. Una parte importante de esos refugiados regresaron ante el estallido de la II Guerra Mundial, pero muchos otros permanecerían en los países de acogida hasta la muerte del dictador o incluso para toda la vida. Hombres y mujeres políticos, excombatientes o funcionarios comprometidos, pero también artistas, maestros, intelectuales, obreros y niños que conformaban el grueso del exilio abandonaron definitivamente suelo español.

Este año se conmemora el 80 aniversario de ese éxodo político que se denominó la Retirada. Mientras todavía  están vivos algunos de esos refugiados, ningún gobierno democrático español ha llevado a cabo un acto oficial de reconocimiento a los hombres y mujeres que  defendieron la democracia y que pagaron el precio del exilio por ello. Estamos hablando de un acto de Estado y no de superficiales y parciales pequeños actos de reconocimiento y/u homenaje. Existe pues, en el año 2019 y 45 años después del final de la dictadura, una deuda pendiente. La transición política española, símbolo del denominado régimen del 78, construyó un pacto de convivencia, pero también impuso la amnesia histórica como imperativo legal y, al parecer, como ineludible rehén de la democracia. Cuatro décadas después parece que la estabilidad política depende de la continuidad de un pacto de silencio excesivamente injusto y, en todo caso, totalmente amortizado.

Lo universal es lo local sin paredes, definió el escritor portugués Miguel Torga. Con esa premisa se narra en este número la retirada republicana tomando como punto de partida este lugar, pero abriéndonos a ese entorno cercano que no es el mismo, pero es igual. Desde la inmensa suerte de contar con testimonios en primera persona a artículos que se alejan de lo histórico para adentrase en el significado emocional del exilio, este número pretende ser, sencillamente, el reflejo de un mundo que no por oculto es inexistente y poder ser el humildérrimo tributo a una generación que como afirma Luis Sepúlveda, lucharon porque eran libres y no para serlo.

EDITORIAL Número 1. Nociones de ruralidad

La ruralidad, como todos los comportamientos de grupos minoritarios, ha sido definida por grupos normativos urbanos que han generado una visión repleta de prejuicios y simplificaciones tendentes a la escasa alfabetización, el aldeanismo o a un idílico bucolismo preindustrial. Como consecuencia se han construido axiomas perennes y se ha definido una cosmovisión aceptada acriticamente por los integrantes de este universo, aceptando unos roles impuestos que tienen más de simplificación que de representación, como si el comportamiento de los habitantes de la ciudad debiera estudiarse desde la sociología y el de los pueblos desde la etología.

Los entornos rurales, sojuzgados por el etnocentrismo inherente a una sociedad urbana que decide como debe ser el mundo más allá de los semáforos, no han sido capaces de construir el relato de su propia identidad, existiendo de facto también aquí un techo de cristal. Esa narración externa está siempre condicionada por la visión paternalista del colonizador que en aras de proteger aquello que encuentra, decide cómo debe ser su conservación, su continuidad y, por supuesto, su relato. Y es esa visión propia de los integrantes de este entorno la que debe emerger, la que debe establecerse como narración de un tiempo y un lugar, pero también como forma de autoconocimiento y de vindicación de una forma de ver el mundo.

Surge la pregunta del porqué del impronunciable nombre de esta revista. En primer lugar se trata de huir de ese costumbrismo nominal que adolece de todos los defectos citados anteriormente a través de un nombre en inglés capaz de provocar la duda: Yoknapatawpha. Y solo después hablar del imaginario literario de Faulkner y de la seminal Amanece, dos explicaciones de la ruralidad, una desde la ficción narrativa, la otra inmersa en el surruralismo. En todo caso, aquí no encontrará indulgencia, hagiografía emocional ni chovinismos provincianos. Eso sí, cada mesa, un Vietnam.

Este primer número ha sido posible gracias a la inestimable colaboración de Antonio Lachós, Germán Ferrer, Jorge Senar, José Manuel Martínez París, Julio Ribera, Óscar Senar, Roberto Senar y Ros Beret.

Yoknapatawpha.es tendrá periodicidad inesperada y está abierta a colaboraciones desinteresadas.

yoknapatawphaes@gmail.com