El río Cinca es uno de los dos hermanos que beben la leche materna pirenaica. La cordillera los quiere a los dos por igual, no siente afecto más por uno que por el otro. Aunque sus aguas no se diluyen hasta el final de sus vidas se conocen y se comportan como los gemelos. Cuando uno se enfada, el otro también; cuando están alegres lo están los dos. El espíritu fraternal siempre se ha reflejado en los ribereños. Cuando fueron invadidos, lo fueron por igual a través de sus cauces; cuando sus aguas no podían saciar la sed, ambas riberas sufrían; cuando el agua ahogaba, los ahogaba a todos. Las riberas, mágicos oasis que fragmentan los yermos de las tierras bajas. Desde los siglos, las riberas han sido fraternas, han compartido las faltas y los excesos. Los ribereños se han movido de una orilla a la otra y de una ribera a la otra porque era más lo que les unía que lo que les separaba. Las oportunidades se repartían.

El río Cinca y sus tributarios forman una de las redes más importantes que drenan la vertiente meridional del Pirineo axial. El sistema del Cinca drena unos 70 km lineales de esta cordillera. Junto con el Segre, son los dos tributarios principales del río Ebro que drenan el Pirineo central. La longitud del Cinca es de 170 km y la superficie de su cuenca de drenaje es de 9.699 km2, lo que representa el 11% de la superficie de la cuenca del Ebro. Su régimen hidrológico se caracteriza por primaveras de fusión y otoños lluviosos. Contribuye con ello al 18% a la escorrentía total de la cuenca del Ebro. Durante su recorrido, de norte a sur, atraviesa zonas de clima alpino, mediterráneo y semiárido. Las crecidas del Cinca tienen un tiempo de tránsito de 1,5-2 días. Su pendiente media es elevada, 12,5 m/km, en comparación con otros ríos pirenaicos.

El registro sistemático de los caudales del Cinca en Fraga se inició en 1928. Desde esta fecha la mayor crecida se registró en 1982 con 4.200 m3/s. Las crecidas anteriores a 1928 se han podido calcular mediante reconstrucciones hidráulicas. Con este método se consiguen datos sobre caudales máximos a partir de marcas de niveles de agua alcanzados por determinadas crecidas. Estos registros los debemos a la población ribereña que en su momento decidió conservar estas marcas para el recuerdo de futuras generaciones. Estos registros históricos deben considerarse como un auténtico legado cultural. Por desgracia, el tramo del Bajo Cinca es una de las zonas de la cuenca del Ebro con menos marcas de nivel de agua catalogadas de grandes crecidas. Además de esta fuente, los investigadores acuden a otras fuentes documentales como grabados, mapas antiguos y crónicas de sucesos con el objetivo de reconstruir las avenidas históricas.

En un artículo científico reciente Balasch et al. (2019) han reconstruido las crecidas del río Cinca más importantes en Fraga desde el año 1600 hasta la fecha en que se inició el registro sistemático (1928). Estos autores han reportado 9 grandes avenidas antes de 1928 y 4 después de esta fecha. La tabla siguiente muestra los resultados:

Fecha Altura(m) Daños estructurales Caudal (m3/s) 
25/12/1607
Daños en el puente de piedra
08/11/1617
Roturas en el puente de piedra 2.500
06/05/1762
Destrucción del puente de piedra
10/10/1787
Afectación Monasterio Capuchinos 2.500
06/09/1788 6,02 1,5 m de agua en Capuchinos 4.500
28/09/1852
Destrucción del puente suspendido
24/05/1853

3.000
21/10/1866
Destrucción del puente suspendido 3.000
1882
Destrucción del puente;40 ahogados
23/09/1874
Afectación del puente de piedra 2.500
23/10/1907 5,35
3.900
29/10/1937

2.600
09/11/1982 5,76
4.200

La cuenca de drenaje del río Cinca, junto con la del Segre, son las principales contribuyentes a las grandes crecidas históricas del río Ebro a su paso por Tortosa antes de su desembocadura en el Mediterráneo. Por sí solas, han producido hasta un tercio de las grandes crecidas del Ebro. Esto se debe a la elevada pendiente de estas cuencas, con cabeceras en el Pirineo central, y a la corta distancia hasta la desembocadura, 130-150 km. Ambas cuencas pueden aportar sincrónicamente hasta 10.000 m3/s. Por otro lado, las grandes crecidas del Cinca han tenido lugar mayoritariamente en otoño, después de lluvias intensas y persistentes especialmente en cabecera. Estas precipitaciones están producidas por sistemas frontales alimentados por sistemas convectivos mediterráneos de mediana escala. Los eventos de 1617, 1787, 1866 y 1907 tuvieron lugar después de más de 10 días de lluvias continuadas. La crecida de 1853, en mayo, involucró lluvia y fusión de nieve en cabecera a causa de esta lluvia. Los acontecimientos de 1937 y 1982 se debieron a precipitaciones cortas (<3 días) pero intensas. Esta intensidad llegó a acumular valores superiores a 200 mm en 24 horas. El acontecimiento de 1874, conocido como la crecida de Santa Tecla, de debió a una precipitación corta (<1 día) pero muy intensa produciendo lo que en argot se conoce como un “flash flood”.

El análisis temporal de estas crecidas extremas indica que no siguen ningún patrón de regularidad. De todos modos, parecen concentrarse en diferentes periodos que pueden estar asociados a variabilidades climáticas relacionadas con cambios en la circulación atmosférica global forzados por cambios en la radiación solar, volcanismo, variaciones en la circulación termohalina del Atlántico norte y el efecto de gases invernadero. La variabilidad climática parece aumentar la intensidad de les eventos extremos más que la de los ordinarios. Parte del periodo analizado (1600-1850) pertenece a la segunda parte de la llamada Pequeña Edad de Hielo (PEH) caracterizada por un descenso en la temperatura media global de 1 grado. Durante este periodo hubo una gran actividad volcánica, baja actividad solar y variaciones en la circulación termohalina. Entre 1750 y 1800 se observa una fase de proliferación de eventos por la prevalencia de condiciones climáticas de humedad y frio. Fases como esta se han repetido durante los últimos 2.000 años. Hay que advertir que entre estos sucesos extremos se pueden intercalar periodos de sequías también extremas, como por ejemplo 1812-1825. Por otro lado, y en el marco de toda la cuenca del Ebro, los episodios más extraordinarios han ocurrido durante los últimos estadios de la PEH (1870-1940) estando relacionados con una fase negativa de la Oscilación del Atlántico Norte (NAO). El sistema de bajas presiones en el Atlántico Norte (Islandia) y el sistema de altas presiones en las Azores controlan la dirección y fuerza de los vientos del oeste en Europa. La fuerza y posición de los dos sistemas anteriores varían anualmente y esta variación se conoce como NAO. Una gran diferencia de valor entre ambos sistemas se conoce como NAO+, que incrementa los vientos del oeste y produce veranos frescos y inviernos suaves y lluviosos en Europa Central y la fachada atlántica. Por el contrario, una NAO- extingue los vientos del oeste y produce inviernos fríos en las zonas anteriores y traslada las tempestades hacia el Mediterráneo.

Para el futuro se espera una reducción de las precipitaciones anuales y del número de episodios extremos en el ámbito de la cuenca del Ebro. Por otro lado, la torrencialidad puede incrementarse en determinadas zonas.

Para acabar, no hay que olvidar nunca que lo más importante para las poblaciones ribereñas de cualquier curso de agua es conocer los límites reales de este curso. Estos límites no se circunscriben a los canales de estiaje, y pensar o alegar que “hace muchos años que el río no subía hasta aquí” o que “en mi vida había visto una crecida como esta” no se ajustan a la realidad. La duración de la vida humana es cortísima en términos geológicos y la memoria escasa, por esto la importancia de las marcas históricas del nivel de agua. Se pueden ocupar los dominios del río, pero nunca con edificios habitados permanentemente o industrias de alto coste de establecimiento. El río siempre volverá a su cauce de crecida y se llevará por delante todo aquello que le pertenece.

Fraga. Riada de noviembre de 1982. (Autor desconocido)

Xavier Castelltort

Doctor en Ciencias Geológicas

Bibliografía

Balasch, J. C., Pino, D., Ruiz-Bellet, J. L., Tuset, J., Barriendos, M., Castelltort, F. X., Peña, J. C., (2019). The extreme floods in the Ebro River basin since 1600 CE. Science of the Total Environment 646, 645-660.