Muchas fueron, como sabemos, las vidas marcadas por la tragedia de la Guerra Civil. Tal es el caso del médico de Belver de Cinca Luis Serra Coronas (1904-1953). Ciertamente un desconocido hoy en día, más allá de sus parientes, algunos vecinos del pueblo y otras pocas personas. Su biografía, sin embargo, merece ser escrita ya que le tocó vivir varias de las peores tormentas del siglo XX: la Guerra Civil, el exilio, la Segunda Guerra Mundial, el nazismo y el franquismo. Diversos documentos y testimonios orales recogidos permiten esbozar aquí los rasgos esenciales de su trayectoria personal.  

Luis nació en Belver en 1904, siendo el primer hijo del matrimonio formado por Federico Serra, farmacéutico, y Asunción Coronas, nacida en Fonz en una familia de notarios. Su madre falleció joven, a los 33 años de edad, en diciembre de 1913. ¿Pudo este triste suceso influir en la decisión de Luis de estudiar Medicina? No lo sabemos, si bien, combatir la enfermedad y luchar contra la muerte acabarían convirtiéndose en su vocación vital: ser doctor. El ambiente culto, los libros y la tradición estudiantil de su familia también predisponían al estudio de una carrera universitaria. 

Cursó el bachillerato en el Instituto de Lérida, entre 1916 y 1922, desplazándose, posteriormente a Barcelona para sus estudios universitarios. Tras 6 cursos académicos obtuvo en 1929 el título de Licenciado en Medicina y Cirugía, el mismo año que la ciudad condal celebraba la Exposición Internacional. Se especializó en Cardiología. Los parientes de Barcelona con los que se alojaba recordaban de él las muchas horas y el tesón que dedicaba al estudio, que compaginaba con el trabajo en una farmacia a tiempo parcial. Tampoco olvidaron anécdotas como  el susto que se llevaron al ver una olla de casa que Luis usó para hervir el brazo de un cadáver para su posterior estudio anatómico. Las mejores calificaciones las obtuvo en Química, Medicina Legal y Toxicología, Patología Quirúrgica y Patología Médica. Además, durante esos años aprovechó para estudiar alemán, útil – junto con el francés aprendido en el instituto – para estar al día de los últimos avances en medicina. 

Una vez licenciado regresó a su localidad natal, donde ejerció como médico en los años 30. Asistió a partos, curó tuberculosis, operó de anginas… como recordarían más tarde sus sobrinos. En lo político, al igual que sus hermanos, compartía los ideales democráticos y progresistas de la Segunda República: modernizar el país y mejorar las condiciones de vida de amplísimas capas de la población sumidas en la estrechez económica, tras años de monarquía corrupta y caciquil y de la dictadura de Primo de Rivera. Pero algunas gentes de derechas del pueblo estaban disgustadas con aquel joven médico de simpatías izquierdistas, por lo que acabaron haciendo venir otro facultativo más acorde con sus tendencias conservadoras. Pese a ello, Luis siguió pasando consulta entre sus convecinos y residiendo en casa de sus padres. Las retribuciones que percibía por su trabajo le permitieron adquirir un coche y una moto BSA, prueba de que al médico Serra no le faltaron pacientes que depositaran en él su confianza. 

Las noticias de la sublevación militar del 18 de julio de 1936 contra la Segunda República reafirman en él su compromiso total con la legalidad y la democracia, más allá de las consecuencias personales que se pudieran derivar en un futuro. El golpe violento de las derechas había provocado un caos de violencia y muerte en las dos zonas en que quedó dividido el país. Luis optó por alistarse voluntariamente en el Ejército Popular de la República al servicio de los heridos y los enfermos, donde alcanzaría el grado de Capitán Sanitario. Pese a las diferencias ideológicas existentes, él y su hermano – el maestro José María Serra, “Pepito”- ayudaron a un tío suyo de tendencias conservadoras, dando un paseo con él, armados y con el uniforme de oficiales de la República, enviando así un claro aviso a los izquierdistas más radicales de la localidad en la que aquel residía. Esto se produjo en los días que estaban acuartelados en Barbastro, esperando para ir al frente de guerra. 

Formó parte de la 130ª Brigada Mixta, integrada posteriormente en la 43ª División, donde también estaba su hermano, el maestro Pepito Serra. La trinchera de Luis fueron los diferentes hospitales de sangre que se desplegaron cerca del frente con la finalidad de atender lo más rápidamente posible a los heridos. El testimonio de una enfermera galesa nos sirve para entender mejor las circunstancias en que se desarrollaba la labor de los cirujanos militares republicanos durante la Guerra Civil: 

“Todos los heridos, muchos de los cuales tuvieron que ser bajados en mulas de las montañas, eran tratados primero en las unidades de primeros auxilios para llegar después a nosotros. Ambulancia tras ambulancia “seis abdominales y un par de cabezas – todos para operar”. En la siguiente, más abdominales, más cabezas y fracturas, “todas para operar” y para todo esto, sólo un cirujano –español- que sigue y sigue, hablando solo para preguntar qué es lo siguiente y para consultar ansiosamente cómo está el último caso y cuánto material estéril hay en stock y sobre todo para transmitir su aliento a los heridos aún después de una jornada de 24 horas sin parar.”  (2)

Nunca sabremos cuántas vidas pudo salvar Luis en la mesa de operaciones pero seguramente fueron bastantes. Tampoco sabremos cuantas veces le tocaría enfrentarse a la muerte de aquellos soldados, dada la extrema gravedad que muchas heridas revestían, las difíciles condiciones de unos quirófanos improvisados y las complicaciones que podían sobrevenir. 

Las unidades republicanas  en las que estuvo destinado participaron en las ofensivas de Zaragoza, de Huesca y de la zona pirenaica de la Guarguera. En junio de 1938, atacada por las tropas franquistas y aislada del resto de la España republicana, la 43ª División se replegó, protagonizando la Batalla de la Bolsa de Bielsa. Los republicanos acabaron cruzando los Pirineos hacia a Francia no sin antes proteger la retirada de la población civil que huía de los franquistas. La mayor parte de los soldados y oficiales decidieron entonces retornar voluntariamente a la España republicana para proseguir con la lucha contra el ejército de Franco. Tras entrar por Girona, la 43ª fue enviada nuevamente al frente. En julio de 1938, durante la Batalla del Ebro, la Brigada Mixta en la que estaba Luis sufrió un terrible balance de pérdidas: un 70 % de bajas tras pasar el río y ser desplegada en la Sierra de Cavalls, epicentro del ataque franquista. Los supervivientes, tras defender unos días el sector de Almatret/Ribarroja atacado por los fascistas del CTV, iniciaron la retirada hacia Reus y, posteriormente, hacia la frontera francesa, junto con el resto de unidades republicanas y decenas de miles de refugiados civiles. La represión y violencia ejercida por las tropas franquistas habían motivado aquel éxodo masivo hacia Francia. Luis Serra, como cientos de miles de sus compatriotas, se había convertido en un exiliado. Atrás quedaban familiares, amigos, vecinos, pacientes y todos los proyectos que había imaginado para su vida antes de la guerra.

Como la mayor parte de los exiliados, fue internado en los campos de prisioneros en los que el gobierno francés concentró a los republicanos españoles. Consta que Luis estuvo en los de Barcarès y Argelers. Allí sufriría las pésimas condiciones descritas por varios refugiados: hacinamiento, hambre, frío, suciedad, parásitos, las alambradas… una enorme catástrofe humanitaria en la que médicos republicanos allí presentes, según recogen varios testimonios, intentaron ayudar en lo que pudieron, pese a la escasez de medios. 

Los exiliados tuvieron la terrible desgracia de huir de una guerra para estar pronto en otra. Solo seis meses después del final de la guerra en España, en septiembre de 1939 estallaba la Segunda Guerra Mundial, lo que provocó una falta de mano de obra en la agricultura y la industria de Francia. El gobierno francés organizó entonces compañías de trabajadores formadas por españoles que se enrolaban voluntariamente ante la opción de poder dejar los campos. Luis Serra estuvo en estas compañías. Con la 151 compañía, integrada por 251 republicanos, trabajó en la fábrica de armamento de Salbris (Loire-et-Cher) realizando, además, otros trabajos en las localidades de Villeneuve (Ariège) y Vidauban (Provenza). 

En junio de 1940 Francia caía derrotada tras los rápidos avances de la Werhmacht, dividiéndose su territorio en dos, el ocupado directamente por los nazis y el del régimen títere del General Petáin, con capital en Vichy. Luis permaneció en esta última zona, siendo destinado a otras compañías de trabajadores que se fueron formando: la 167 y la 411. Su salud estaba deteriorada en noviembre de 1940 por lo que fue llevado a la enfermería del campo de Argelers, de donde se acabaría escapando en abril de 1941. Según testimonios conocidos por la familia, acabó siendo hecho prisionero por los alemanes, interesados en hacerlo trabajar de manera forzada para el Tercer Reich en la Francia ocupada, como ocurrió con otros muchos republicanos exiliados. Esto explicaría por qué Luis Serra no figura en los listados de españoles deportados a los campos de concentración nazis. 

Tras el desembarco aliado en Normandía y la consiguiente derrota nazi en Francia, Luis consta como empleado en una destilería de Bretaña (1944-1945), según él mismo declaró en un documento. El ejercicio de la medicina -muy a su pesar, sin duda-  le estaba vetado en suelo francés. La Ley Daladier de 1939 impedía a los titulados universitarios españoles el ejercicio de su profesión en aquel país, exceptuado el caso de unos pocos centros de la Cruz Roja. Por ello, desde 1945 trabajó como químico en una empresa de Lannemezan (departamento de Altos Pirineos) dedicada a la producción de cianamida cálcica, utilizada en fertilizantes y medicamentos. En esa zona cercana a la frontera franco-española residían varios exiliados, entre los que había algunos de Belver, como  su amigo José Peruga Liesa, entre otros. La segunda mitad de la década de los 40 pasó, mientras los exiliados veían consolidarse en España la dictadura de Franco. En Francia se mantuvo la prohibición de la práctica de la medicina para los exiliados españoles -verdadero oficio y vocación de Luis- lo que explica que decidiera solicitar permiso para desplazarse a alguna de las colonias galas de ultramar para trabajar como doctor. Quizás también tuvo que ver esta solicitud con el fin de una relación amorosa de cinco años con una mujer francesa. En 1950 tramitó ante la Organización Internacional de Refugiados una solicitud para ser médico en Madagascar, lo que le fue denegado en 1951 por las autoridades coloniales, al igual que su petición para ir como doctor a la Guayana Francesa. El motivo es que en aquellos territorios tampoco se aceptaban médicos de nacionalidad española. A este panorama se sumó otra mala noticia para Luis Serra. En diciembre de 1952 fallecía en el hospital de Tarbes su amigo José Peruga, tras meses de enfermedad. Cada vez eran menos, por tanto, los motivos para permanecer como exiliado en el departamento de Altos Pirineos. 

Sin duda, todos estos condicionantes negativos pesaron en la decisión tomada por Luis de regresar a España en julio de 1953. La posibilidad de dejar atrás el exilio, volver a ejercer como médico, estar nuevamente en Belver con sus familiares, amigos y  vecinos y poder rehacer su vida se convirtieron en una opción factible para él, tras comprobar, probablemente, ante las autoridades franquistas que no tenía causas pendientes. Su retorno no se saldó, en efecto, con su ingreso en la cárcel, lo que evidencia que no se consideraba a Luis responsable de haber cometido ningún crimen durante la guerra. (3) El Belver que vio a su regreso le sorprendió por la miseria evidente, visible “hasta en las paredes de las casas”, faltas de pintura y mantenimiento debido a las dificultades de la postguerra. En esos meses intentó también formalizar un matrimonio con una vecina del pueblo, quién le dijo que hasta que él no se situara profesionalmente ella no daría ese paso. 

El 12 de septiembre de 1953, a sus 49 años de edad, Luis Serra Coronas era nuevamente dado de alta en el Colegio de Médicos de Huesca, en el que ya había estado inscrito antes de la guerra. Al poco se le concedió un destino: el municipio de Secorún, partido judicial de Boltaña, en el Pirineo aragonés. Plaza que no agradó a Luis, según recuerdan varios familiares. Desde luego no era lo que se esperaba. Los motivos de su descontento: haber estado ya allí durante la guerra como oficial médico del ejército republicano, además de ser un pueblo bastante alejado de Belver -con muchos núcleos dispersos- y enclavado en una de las zonas más aisladas del Pirineo oscense. En aquel pueblo, de hecho, no había médico. Era un practicante quién asistía a los vecinos a nivel sanitario, en primera instancia. Destinado en Secorún, Luis había pasado del exilio a un destierro, prácticamente.

Y no le faltaba razón a Luis Serra para no estar conforme con aquel destino, viendo lo que pasó al poco de llegar allí. Algo terrible. El 1 de diciembre de 1953, en torno a las 3 de la tarde, el de Belver fallecía de manera trágica por las heridas sufridas en el puente de Cañardo, cercano a su domicilio en Laguarta (Secorún). Una muerte extraña, que oficialmente se dictaminó como “suicidio”,(4) una versión de los hechos que no ha terminado de convencer -entonces y ahora- a varias personas. Sin embargo, las interpretaciones que se han hecho sobre lo que realmente pudo pasar difieren bastante. Algunos creen que su muerte fue consecuencia de una caída accidental mientras que otros, por contra, hablan sin tapujos de un asesinato.(5) Al parecer, Luis había tenido conflictos con alguien en el pueblo -según refieren algunos testimonios de la época- la misma persona que, precisamente, lo acompañaba en el puente en el instante en que precipitó desde el mismo, según varios informantes.

Luis Serra Coronas había sobrevivido a los peligros de la Guerra Civil Española y de la Segunda Guerra Mundial, pero no pudo escapar a la muerte que le aguardaba en un pequeño pueblo del Pirineo en pleno franquismo. Ni una esquela apareció en la prensa provincial, enterándose la familia de su fallecimiento al cabo de varias semanas, de pura casualidad. En Laguarta, por otra parte, alguien hizo correr entre los vecinos el rumor de que el médico no tenía familia, para justificar la extraña ausencia de aquellos en el entierro. Poco más de cuatro meses había durado la nueva etapa iniciada por el médico Serra -un exiliado recién retornado-  en la España de los años 50. 

(1) Historiador. Sobrino nieto de Luis Serra Coronas.

(2) http://circulorepublicanoaltogallego.blogspot.com Quién sabe, de hecho, si el cirujano citado no era el mismo Luis Serra, que precisamente estuvo en la zona a la que hace referencia este texto, Laguarta.

(3) Luis Serra Coronas había sido señalado en la Causa General franquista de Belver – en un documento del año 1943 – cómo uno de los “instigadores morales” de un asesinato cometido el 7 de marzo de 1937. Que pudiera retornar en 1953 a España sin ser encarcelado o juzgado por este motivo evidencia que aquella acusación carecía de fundamento.

(4) La Audiencia Provincial de Huesca sobreseyó el caso el 21 de enero de 1954, tras recibir las correspondientes diligencias judiciales sobre el “aparente suicidio” del médico Luis Serra. El expediente se archivó entonces en el Juzgado de Boltaña, donde se habían iniciado las primeras investigaciones. En 2017 dicho expediente no se conservaba en el archivo del citado Juzgado, pese a existir otros expedientes de ese mismo año. Teóricamente debería haber estado allí, por lo que alguien lo tuvo que hacer desaparecer.

(5) Víctor Pardo Lancina documenta en su libro “Tiempo destruido” varios casos de asesinatos ocurridos en la provincia de Huesca durante el franquismo que, en un primer momento, se hicieron pasar por suicidios por parte de ciertas autoridades, hasta que algunos testimonios dejaron claro que eran actos criminales.