Mémoire Histoire des Républicains Espagnols dans l’Yonne

El mes de abril se inauguraba en la localidad francesa de Joigny, provincia de l’Yonne, en Borgoña, a unos 150 kilómetros al sudeste de París, una exposición sobre los “Republicanos Españoles en la Resistencia en l’Yonne”. Joigny es una pequeña ciudad de unos diez mil habitantes, y no se caracteriza especialmente por su población de origen español. Cuando el mes de agosto fui a visitar la exposición al Museo de la Resistencia, pude leer que había sido organizada por la asociación MHRE89 Mémoire et Histoire des Républicains Espagnols (el 89 hace referencia al número departamental, en este caso, l’Yonne), la misma que poco tiempo antes había organizado un cine-forum con la proyección del documental El silencio de otros (Almudena Carracedo y Robert Bahar). No dejaba de ser sorprendente que en una provincia tan alejada de la frontera española hubiese una asociación por la recuperación de la memoria histórica y que fuese, aparentemente, tan activa. Cuando se decició que el segundo número de Yoknapatawpha fuese un monográfico conmemorando el 80º aniversario de La Retirada, no dudé en contactarles para proponerles lo que sigue, un artículo sobre la asociación MHRE89 en relación con el tema de la Retirada, que aparecería en una revista on-line cuyo grupo de redacción es de Belver de Cinca, un pueblecito de la provincia de Huesca, allá en España. Cuál no fue mi sorpresa cuando el secretario de la asociación, Ivan Larroy, me respondió diciéndome no solo que estaban de acuerdo, sino que la asociación estaba trabajando el tema de la Retirada. Y que su padre, Esteban Larroy, era originario de San Esteban de Litera.

Organizamos un primer encuentro. Era un día triste para la asociación. Acababan de enterrar a uno de sus padrinos, José María Fabra. La asociación, me explicaron, tiene un Consejo de Administración formado por quince personas, entre los cuales hay varios con orígenes oscenses: Peñalba, Embún, San Esteban de Litera, hay una señora con orígenes en la provincia de Teruel y otra en la provincia de Zaragoza… Ávila, Valladolid, Valencia… varias provincias de España están allí representadas. De las quince personas, tres son francesas sin ningún vínculo familiar con España. Y luego están los padrinos, que son los españoles que vivieron la guerra o el exilio en primera persona. Eran seis cuando la asociación se fundó en el año 2008, hoy solo quedan dos: Francisco Solano, originario también él de San Esteban de Litera, y Godofredo Villa, de Baracaldo. En total, la asociación cuenta con alrededor de 250 personas y tiene un ámbito provincial. Pero para conocer el origen lejano de la asociación, hay que remontarse más allá del año de su fundación. Su origen profundo, su razón de ser, a mi entender, se halla en los funestos años de la Guerra Civil Española.

Entre los meses de julio y noviembre de 1938 se libró la batalla más larga y sangrienta de la Guerra Civil Española: la batalla del Ebro. El ejército republicano hubo de hacer frente no solamente a las ofensivas del ejército franquista, sino que padeció los bombardeos de las aviaciones alemana e italiana. Las esperanzas de Negrín de internacionalizar el conflicto español se vieron definitivamente frustradas tras los Acuerdos de Munich, en los que Francia e Inglaterra pactaron con Alemania e Italia el inefable abandono de Checoslovaquia a los antojos del führer. Fue ésta también la ocasión para que ambos países democráticos condenaran la República Española y reconocieran a Franco como jefe de estado español. Tras la derrota republicana, las Brigadas Internacionales abandonan España, despedidas con un emotivo discurso de “La Pasionaria”. La República tiene sus días contados. El día 15 de enero de 1939 el ejército sublevado ocupa Tarragona. Nueve días después, cae Barcelona. Es el inicio de La Retirada.

Riadas humanas de mujeres, niños, ancianos y soldados, ante la inminente llegada de las tropas franquistas, toman rumbo norte. Hay que atravesar los Pirineos. Del otro lado está Francia, para muchos un auténtico símbolo republicano, la tierra de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad. Sin embargo, la frontera franco-española está cerrada desde el mes de junio. El invierno es de un rigor espeluznante. Tras largas jornadas caminando sobre y bajo la nieve, ese pueblo diezmado y hambriento se verá varios días confinado en las altas cotas de los puertos de montaña, hasta que el gobierno francés decida abrir la frontera. Lo hará el 28 de enero, pero solamente permitirá el paso a mujeres, niños, ancianos y heridos de guerra. Los hombres deberán esperar todavía el beneplácito de las autoridades francesas, que llegará el 6 de febrero. Se calcula que alrededor de 500.000 españoles atravesaron la frontera.

En un primer momento, las mujeres y los niños fueron distribuidos a lo largo y ancho del territorio francés, e instalados en diferentes lugares que fueron habilitados con objeto de dar acogida a los refugiados. No corrieron la misma suerte los hombres ni muchas mujeres que llegaron tras la primera oleada. Estos fueron confinados en campos de concentración en el sur de Francia. El primero de ellos, el de Argèles-sur-Mer, carecía de cualquier tipo de instalación. Hacinados en la arena de la playa y cercados por alambre de espino, vigilados por gendarmes y por la guardia senegalesa, estos primeros refugiados (unas 80.000 personas solamente en el campo de Argèles) fueron tratados como animales. Las condiciones de vida eran completamente inhumanas: sin un lugar donde cobijarse, debían dormir sobre la arena, sufriendo los rigores de un invierno que la tramontana acentuaba. Al principio, les arrojaban la comida por encima de las alambradas. Para tener acceso al agua, se les proporcionó unas bombas con las que no pudieron más que hacer emerger el agua salada que se escondía bajo sus pies: la fiebre y la disentería continuaron la fúnebre labor que iniciara Franco en el 36.

Esta situación se prolongó durante varios meses. Transcurridos los cuales, los mismos internos comenzaron a construir barracas en las que poder cobijarse del frío. Hacer frente a los piojos, los chinches y las ratas no fue tarea sencilla. El hambre, la malnutrición, fue también una constante durante el encierro. Y la esperanza de salir de los campos se iba paulatinamente difuminando.

Hubo, no obstante, cinco opciones fundamentales para poder salir de los campos de concentración. Como explica Diego Gaspar Celaya en su artículo “Límite Pirineos. Una mirada global a la participación de anarquistas españoles en la Resistencia francesa”, publicado en Cahiers de civilisation espagnole contemporaine en otoño de 2017, la primera opción, la preferida por unas autoridades francesas que veían con muy malos ojos a los rojos españoles, fue la repatriación. Se calcula que unos 250.000 españoles, en fecha del 2 de agosto de 1939, regresaron a su país de origen. Esta medida, por razones obvias, no era viable para una gran parte de los refugiados, conocedores del funesto destino que les esperaba en su tierra patria.

Una segunda vía para abandonar los campos de concentración fue el emigrar a terceros países, tales como Chile o México especialmente. Esta opción, a pesar de los esfuerzos del gobierno de Negrín, fue minoritaria, pues los refugiados debían costearse el viaje y la mayor parte de entre ellos carecían de efectivos para saldar el precio de la travesía.

Como tercera opción, los internos podían buscar trabajo más allá de las alambradas. Esta vía de escape, muy difícil en un principio por los prejuicios que mostró la población francesa para con los refugiados españoles (prejuicios, dicho sea de paso, fomentados desde la propaganda gubernamental), se vio favorecida cuando en septiembre de 1939 Francia declara la guerra a Alemania y la mano de obra nacional es requerida en el ejército.

En cuarto lugar, los refugiados tuvieron la alternativa de incorporarse como voluntarios a unidades militares francesas. Esta opción parece haber tenido un éxito modesto. No es de extrañar, teniendo en cuenta el lamentable estado físico y moral en que se hallan a estas alturas los refugiados españoles.

Finalmente, durante la primavera de 1939, el ministro Édouard Daladier crea las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE) con objeto de reclutar de los campos de concentración mano de obra española en tareas de defensa nacional. Esta opción parece haber tenido mejor acogida que las precedentes. Como dice Diego Gaspar Celaya:

Entre 55.000 y 60.000 españoles sirvieron como prestatarios militares en ellas, teniendo como actividad principal la realización de trabajos de fortificación en sectores como la Línea Maginot, la frontera alpina franco-italiana y la frontera franco-belga. En dichos sectores tomaron parte en la construcción de fosas antitanques, polvorines, casamatas, túneles, trincheras, aeródromos, pistas de aterrizaje, centrales hidroeléctricas, almacenes de armamento, o en la reparación de carreteras, la tala de árboles, etc… Aunque, cabe destacar que debido al emplazamiento de las cte empleadas en sectores fronterizos, miles de españoles perdieron la vida o fueron hechos prisioneros por las tropas alemanas. Internados primero en campos de prisioneros de guerra, fueron identificados, separados del resto y finalmente deportados a campos nazis, particularmente a Mauthausen.

Efectivamente, el 10 de mayo de 1940 el ejército alemán invade Francia mediante una estrategia que coge desprevenido al ejército francés. En los alrededores de la ciudad fronteriza de Sedan, en la región de Ardennes, durante tres días hubo más de mil doscientos bombardeos. La población del norte de Francia, así como el ejército y los componentes de las CTE, ante la inminente avanzada del ejército fascista, ponen rumbo al sur.  Riadas humanas de mujeres, niños, ancianos y soldados, como sucediera el año precedente en España, huyen despavoridos. Es lo que se conoce en Francia como l’éxode, otra suerte de retirada.

La suerte que corrieron los refugiados españoles fue dispar. Algunos, como se ha dicho, fueron enviados a Mathausen. Otros descendieron nuevamente al sur, donde se reencontraron con sus familiares. Muchos otros fueron reinternados en los campos de concentración, o destinados a nuevas CTE, luego llamadas Grupos de Trabajadores Extranjeros (GTE) bajo el gobierno Petain. Hubo quienes también hallaron asilo en los más diversos puntos de la geografía gala. A partir de 1942 fueron muy numerosos los que se unieron a la Resistencia, entrando a formar parte de los grupos de maquis, pequeñas pero muy numerosas organizaciones que contaban con miembros de nacionalidades muy diversas unidos por su ideología antifascista. Estos refugiados españoles activos en la Resistencia, así como aquellos que se unieron a la Legión Extranjera francesa, tuvieron el honor, tras haber perdido la guerra en España, de vencer al fascismo en Francia. Entre sus logros se halla nada menos que la liberación de París por la nueve el 24 de agosto de 1944.

Sin embargo, ya el 25 de agosto de 1945 la historia es tergiversada. Desde el balcón del ayuntamiento de la capital francesa, el general De Gaulle, apenas llegado de su exilio, pronuncia un discurso que cambiará diametralmente el sentido de los hechos. Esos rojos españoles jamás fueron los bienvenidos y por supuesto no iban a tener el honor de adjudicarse la liberación de París. Éstas fueron sus palabras:

“¡París! ¡París ultrajado! ¡París arrasado! ¡París martirizado! ¡pero París liberado! liberado por sí mismo, liberado por su pueblo con el concurso de los ejércitos de Francia, con el apoyo y el concurso de Francia entera, de la Francia que lucha, de la única Francia, de la verdadera Francia, de la Francia eterna.”

Si todos los logros de la II República Española iban a caer en el olvido que les impuso el silencio de la dictadura (y la transición), la misma suerte iban a padecer los méritos de estos refugiados españoles que, tras haber luchado en España, arriesgaron nuevamente su vida para vencer al fascismo en Francia. Estaba decidido: en adelante, la historia se escribiría al margen de la realidad en aras (tal vez) de la reconciliación nacional. Jamás (parece desprenderse del discurso de De Gaulle) hubo una Francia colaboracionista. No había que reabrir las heridas. Había que olvidar y callar. Quienes vivieron la Transición en España sabrán a qué nos referimos.

Hubo de pasar mucho tiempo antes de que las instituciones galas reconocieran la actividad de los refugiados españoles en la lucha contra el fascismo. Al menos una generación. La generación de los hijos (a veces ya mayores) de aquellos héroes de la II Guerra Mundial, pero también los hijos de quienes habían sido internados en los campos de concentración y tratados como ganado, los hijos de los deportados en Alemania, esos cuyas madres habían tenido que prostituirse con los gendarmes franceses a cambio de medicamentos, a cambio de un pedazo de pan, para salvar la vida de sus hijos famélicos y febriles, los hijos de los apátridas, de los rojos españoles… querían conocer la verdad. Y se organizaron. Y formaron asociaciones. Y están reescribiendo la historia.

En este marco de acción de reescritura del relato histórico oficial es donde podemos encuadrar el trabajo de la asociación MHRE89. En su declaración de principios, que data de la época de la fundación, sus propósitos quedan perfectamente explicitados: 1) Mantener viva la Memoria de los Republicanos Españoles y de los combatientes de todas las nacionalidades que lucharon a su lado por la libertad durante la guerra de España … y oponerse a la reescritura falsificadora de la historia. Sobran los comentarios; 2) Desarrollar relaciones con otras asociaciones qui tienen por objeto […]  la “Memoria por la España Republicana”. A este respecto, MHRE89 forma parte de la sociedad “CAMINAR”, con sede en Toulouse, y que funciona como una coordinadora a nivel nacional de organizaciones por la memoria histórica de los exiliados de la España republicana; 3) Organizar o participar en toda manifestación cultural o conmemorativa que tenga por objeto la España republicana. Nos reencontramos en este punto con uno de los pilares que fundamentaron la II República Española: la Educación. Francisco Solano, uno de los padrinos, en una entrevista para Auxerre TV, recuerda una frase que le decía su abuelo allá en su San Esteban de La Litera natal: “la revolución no se hace con las pistolas, sino con los libros”. Ésta es, efectivamente, la herencia del espíritu racionalista de los años 30; y 4) Efectuar un trabajo de estudio, de investigación y de información sobre el exilio de los Republicanos españoles y de sus familias en l’Yonne, sobre su rol durante la II Guerra Mundial y en la Resistencia. Este último punto está directamente ligado al anterior: no puede haber divulgación si no hay previamente un trabajo de investigación. Ivan Larroy me comentaba cómo, durante mucho tiempo, estuvo encerrado en los archivos municipales de l’Yonne todos los miércoles de seis a ocho de la mañana. Por supuesto, el esfuerzo ha dado sus frutos. Veamos algunos ejemplos.

En la exposición sobre “Los Republicanos Españoles en la Resistencia”, a través de cinco paneles informativos, se nos propone un itinerario temático que parte de la Guerra Civil Española y el exilio republicano, las diferentes implicaciones de los republicanos españoles en la lucha contra el fascismo, la situación de l’Yonne en la época y las principales figuras españolas en la Resistencia en la provincia de l’Yonne, entre las cuales nos encontramos nuevamente con el padrino Francisco Solano. Gracias a las investigaciones, hoy podemos constatar que hubieron más de ochenta republicanos españoles que participaron en la Resistencia solamente en la provincia de l’Yonne. Además, MHRE89 ha sido quien promovió la iniciativa para que se pusiera una placa conmemorativa a Jorge Semprún, intelectual español implicado en la Resistencia y que fue hecho prisionero por los nazis en la localidad de Joigny, torturado en Auxerre y deportado al campo de Buchenwald.

Gracias a las informaciones publicadas en su págica web http://www.mhre89.lautre.net/ hoy sabemos que el 24 de febrero de 1939, a los pocos días de atravesar la frontera, 1545 refugiados españoles encuentran asilo en la provincia de l’Yonne. Serán repartidos en 32 municipios, que adaptan sus instalaciones para poder darles acogida. La mayoría son mujeres y niños, y algún hombre de edad avanzada. Aparecen en las listas publicadas también algunos jóvenes, tal vez heridos de guerra. Entre los refugiados hay 16 personas de Albalate de Cinca, 10 mujeres y 6 niños.

La asociación también ha hecho el censo y publicado las listas de los españoles que llegaron a la provincia de l’Yonne a realizar diferentes trabajos apenas Francia declara la guerra a Alemania. Entre septiembre de 1939 y febrero de 1940 llegaron un total de 1891 trabajadores. Llegan a esta zona procedentes especialmente de los campos de Sepfonds y Vernet, también los hay de Argèles-sur-Mer, y unos pocos del campo de Bram. Llegaron en cinco oleadas, la mayoría de ellos (1398) formando parte de las CTE 64, 65, 66, 67, 206 o 207. En las listas advertimos también la falta de mano de obra en el campo, puesto que la juventud francesa había sido enviada al ejército. Es por eso que la prefectura de Auxerre hizo venir a 432 agricultores para ocuparse de los campos que habían quedado desamparados. Por último, 171 trabajadores llegaron para suplir los puestos que se habían quedado vacantes en ciertas empresas privadas.

Otro tema de la Guerra Civil que ha sido tratado en profundidad es el de los niños vascos. En 1937, para salvar a los niños de los bombardeos indiscriminados sobre la población civil de las aviaciones alemana e italiana, el gobierno vasco evacua por mar varios miles de niños. Entre el 24 de mayo y el 18 de agosto de 1937 llegaron, en cuatro oleadas, 583 niños a la provincia de l’Yonne, que fueron distribuidos en 17 pueblos y ciudades. El 3 de octubre de 1937, 330 de esos niños regresaron a España. Godofredo Vïlla, otro de los padrinos de la asociación, fue uno de los niños vascos que no retornaron a España. Andando el tiempo habría de unirse al maquis Verneuil y participar muy activamente en la Resistencia antifascista.

En relación con el tema de los niños vascos cabe destacar el hallazgo por parte de la asociación en los archivos municipales de Tonnerre (Yonne) de una caja de zapatos olvidada en un rincón que contenía una cuarentena de cartas escritas en 1937 para o por los niños vascos refugiados en esta localidad. Ochenta años después, MHRE89 intenta contactar con los destinatarios para enviarles una copia de esa carta que quizás nunca recibieron. El gobierno español, al parecer, al recibir la noticia del hallazgo, se puso en contacto con la asociación para negociar la compra de los documentos. Ésta nunca tuvo lugar.

Entre otros méritos que la asociación puede atribuirse se hallan la inauguración, en 2016, en Auxerre de la Square des Républicains Espagnols, el único lugar público de Francia en el que a lo largo de todo el año ondean juntas la bandera francesa y la bandera republicana española. También gracias a la iniciativa de MHRE89, se inauguraba en la capital francesa el pasado 24 de agosto, con motivo del 75 aniversario de la liberación de París, una pintura mural de 17 metros de altura del artista franco-español Fran Chico Ventura. Este enorme fresco, titulado La Nueve de la 2e DB es un homenaje a esos liberadores de París que sufrieron una doble traición: primero, sus nombres fueron borrados de la historia de la liberación; segundo, no recibieron ayuda para liberar su país del yugo del fascismo.

El 19 de octubre de 2019, la MHRE89 celebró su encuentro semestral en la ciudad de Joigny. El tema era la conmemoración del 80 aniversario de La Retirada. Tres exposiciones distintas en tres lugares públicos ilustraban al público sobre lo que fue el exilio español en Francia. Una ya se ha comentado. La segunda estaba ubicada en el hall del ayuntamiento y trataba el tema de las mujeres y los niños en el infierno de la guerra y el exilio a través de paneles informativos y reproducciones en gran formato de fotografías de la época. Por último, una tercera exposición en la mediateca pública y una conferencia apoyada por una presentación en power point en el salón de actos del ayuntamiento trazaban la historia de la Maternidad Suiza de Elne y de la figura de su directora, Elisabeth Eidenbenz.

Contar la historia de la Maternidad de Elne es una empresa que supera los límites de este artículo. Diremos simplemente que en los campos de concentración de Francia, el índice de mortalidad entre los recién nacidos superaba con creces el 60%. Elisabeth Eidenbenz fundó una maternidad en la localidad de Elne, en el sur de Francia. Allí llevaba a las mujeres embarazadas que sufrían las penurias de los campos de concentración y las acompañaba, junto con sus colaboradoras, en la etapa final de su embarazo. Cuando daban a luz, la maternidad se encargaba de alimentar a las madres y a los niños hasta que estos tuvieran varios meses. Luego, desdichadamente, ambos debían retornar a los campos de concentración. Era la condición que las autoridades francesas impusieron  para dejar salir otras embarazadas. En la maternidad, que estaba financiada con dinero suizo, nacieron 597 bebés desde su apertura en 1939 hasta que fue cerrada por la Gestapo en 1944. De entre ellos, unos cuatrocientos eran españoles. También nacieron niños gitanos y judíos. A estos últimos se les solía poner nombre español para eludir a la Gestapo y poder salvarles la vida.

Estos fueron los temas abordados por la MHRE89 en relación con la retirada. Seis meses de trabajo, tres exposiciones, y un encuentro. En esta celebración los afiliados tuvieron la ocasión de reencontrarse. Se recorrieron las tres exposiciones, hubo vermouth y tapas españolas, se comió paella, se bebió vino español… Hubo un concierto donde se cantaron canciones del repertorio revolucionario, una conferencia sobre la maternidad de Elne, más música, y sangría y jamón serrano y queso manchego… y el ambiente era completamente distendido. Hubo seriedad, pero no gravedad. Y al día siguiente el consejo de administración debía reunirse para preparar el encuentro de la próxima primavera. Y yo tenía que escribir este artículo.